Esta semana hemos vivido los efectos derivados de una triple falta de responsabilidad que ha empujado a España a una situación más difícil.

Hemos asistido a todo un auténtico “parto de los montes” generado  por Zapatero y Rajoy, que sólo se han dignado a pactar una salida  para la reforma de la regulación de las cajas de ahorros. Un problema importante de nuestro sistema financiero. Pero su solución apenas  contribuirá por sí sola a levantar las incertidumbres que acechan a la economía española.

Los dos líderes  del PSOE y el PP siguen sin afrontar los necesarios sacrificios que habrán de plantear más tarde o más temprano al país. Su actividad política más relevante es la de generar mutuos reproches cada mañana. Y en mantener falsas expectativas a los ciudadanos sobre la posibilidad de que no se recorte ningún derecho o servicio social, ni siquiera temporalmente, al menos hasta que hayamos superado este enorme socavón.

Durante los dos primeros años de la crisis  se ha podido “ir tirando” porque el bajo endeudamiento del Estado español nos permitía acudir a la deuda pública para financiar las medidas anticrisis y el creciente subsidio del paro. Medidas de gastos  refrendadas por la práctica unanimidad del Congreso y el Senado en muchas ocasiones. Pero esas ventanillas de crédito se están cerrando por dos motivos: la incapacidad del Gobierno para adoptar medidas de ajuste del gasto público, que ha generado un encarecimiento de la deuda pública. Y el alarmismo desmesurado de algunos medios de comunicación del todo el mundo, empeñados en situar a España entre los países de alto riesgo  antes de tiempo.

Es bien sabido que hay profecías que, a fuerza de  ser repetidas, acaban por cumplirse. Y más en momentos en los que la confianza es un valor inapreciable. Los mismos mercados financieros que estuvieron a punto de hundirse en el último trimestre de 2008 siguen, en buena medida, basando sus beneficios actuales en la especulación contra países solventes como España.

 Ante esta situación, los partidos políticos estamos llamados al ejercicio de una responsabilidad mayor. Porque es posible compatibilizar la crítica a la inacción del Gobierno con la defensa de la credibilidad y la solvencia de España como país. De lo contrario solo conseguiremos que unos buenos miles de millones de euros más salgan de España  en forma de intereses de la deuda pública, para beneficio de unos pocos especuladores .

No podemos arrastrar la reputación de nuestro país para ganar un solo voto. Al día de hoy ya nos gastamos en los subsidios de paro casi tanto como en el coste de todos los préstamos exteriores de las administraciones públicas. Si este parámetro sigue creciendo, las posibilidades de una recuperación de la economía española a medio plazo se dilatarán más, una vez asumido el triste hecho de que no va a producirse ni en 2010 ni en 2011. Y ello constituiría un retroceso del bienestar como el que solo han visto los abuelos de hoy.

Todo no vale en política. Hay momentos en los que la lucha por el poder [por ganarlo o por no perderlo] se convierte en un freno al progreso. Este país es muy basculante. Nos creímos nuevos ricos en la euforia de los años buenos y ahora se extiende el pesimismo  como una enorme mancha que nos bloquea, porque tendemos a pensar que el problema siempre es de otros.

No es fácil hacer autocrítica y reconocer que los problemas los generaron  sobre todo algunos; pero germinaron en un modelo de desarrollo económico débil y obsoleto, al que hemos contribuido todos. Llevamos dos años dilatando un ajuste y unas reformas que podían haber sido más suaves y que serán más duras cada trimestre de retraso.

 

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