El escalofriante índice de desempleo juvenil que se registra en países como España constituye una “emergencia sanitaria” y “una bomba de relojería a punto de estallar”, según se indica en un estudio sin precedentes elaborado por 80 expertos y cuyo contenido fue desvelado esta semana en Londres por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Las conclusiones descorazonadoras del informe de la OMS señalan que “hemos fracasado en dar un futuro a los jóvenes” y que, en el caso de que no se aplique un plan de emergencia, seguirá teniendo nefastas consecuencias para la salud mental de los afectados, además de una mayor incidencia de delitos, comportamientos antisociales, mayores índices de pobreza infantil y un creciente índice de suicidios.
«La salud de las personas está determinada por las condiciones en las que viven, trabajan y crecen” y “todos los países europeos, ricos o pobres, pueden tomar medidas para mejorar la salud de sus poblaciones, es una cuestión de prioridades», agrega el informe, que también advierte sobre los efectos de un trabajo mal pagado o injustamente retribuido: “contribuyen también a los problemas de salud física y mental”.
Pese a las desalentadoras conclusiones del informe de la OMS, que refleja en cifras y porcentajes una realidad que viven a diario millones de jóvenes, su contenido ha pasado casi inadvertido en los medios de comunicación y tampoco ha amilanado a aquellos que insisten en defender que la urgencia en este país pasa por el pago de los intereses de la deuda, cuando la auténtica emergencia que requiere una respuesta sin más dilación es la que afecta a aquellos a los que se sacrifica su futuro en nombre de las obligaciones cortoplacistas.
El informe de la OMS vio la luz sólo unos días después de que se celebrase una nueva reunión de los líderes europeos, en la que se volvió a analizar de pasada cómo abordar el drama del desempleo juvenil. Pese a que forma parte del previsible guión de todos los Consejos Europeos, no deja de ser desalentador ver cómo, reunión tras reunión, se aplazan los retos más importantes a los que nos enfrentamos en la Unión Europea, entre ellos el más grave de todos: el paro.
Los representantes de los Veintiocho países viven en una permanente huida hacia adelante sin ofrecer soluciones a problemas que exigen respuestas inmediatas y mucho menos a aquellas políticas que nos permitirían configurar un espacio económico único más competitivo y acometer una lucha contra el desempleo juvenil más decidida, sin medias tintas, acompañada de una mayor dotación presupuestaria
El futuro, aunque parezca imposible para los miembros del encorsetado Consejo Europeo, se puede decidir y la acción política no de puede reducir a gestionar las urgencias ya que, en el caso del desempleo juvenil, puede que cuando se defina una acción común sea demasiado tarde. Y ese fue el mensaje que trasladé esta semana al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en su comparecencia ante el pleno del Congreso en el que informó sobre las raquíticas conclusiones del último Consejo Europeo celebrado en Bruselas.
La lucha contra el desempleo juvenil volvió a estar presente en la agenda de los Veintiocho. El Consejo recordó la necesidad de que la Iniciativa sobre Empleo Juvenil sea plenamente operativa para enero de 2014, de modo que puedan desembolsarse los primeros pagos a sus beneficiarios. ¿Está el Gobierno del estado en disposición de cumplir el mandato comunitario? Lo dudo.
La idea que le trasladé a Rajoy es que aplique en España lo mismo que él pidió al resto de la Unión Europea, es decir, un reparto de los fondos en función de la tasa de desempleo juvenil de cada uno de los Estados. Y esa misma fórmula es la que nosotros queremos que se desarrolle en nuestro país para que los territorios más afectados por el paro, como es el caso de Canarias, reciban un trato especial. No hubo una respuesta concreta por su parte y, por tanto, seguiremos insistiendo en la defensa de una propuesta que es justa y necesaria.
Mientras el espionaje internacional y el debate soberanista siguen acaparando páginas en los periódicos e interminables minutos en las emisoras de radio y las televisiones, millones de jóvenes viven la cara más cruel de una crisis que sigue matando la ilusión y cortando las alas de muchas personas. Y es la tragedia del paro juvenil, y no la deuda, la que debe figurar en lo más alto de la agenda del Gobierno para evitar que estalle la “bomba de relojería” a la que se refiere la OMS.
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