El anuncio del gran tijeretazo a la actualización de las pensiones, al sueldo de los funcionarios, a las ayudas a la natalidad y a lo nuevos beneficios de la Ley de Dependencia era ya desde hace tiempo la “Crónica de una Herida Social Anunciada”, si se me permite la parodia de la genial novela de García MárquezY lo era a pesar de los reiterados anuncios de no recortar el gasto social del presidente Zapatero, empeñado en un “buenismo” suicida que ha terminado por abocarnos a un “malísimo” presente y a complicarnos más todavía el futuro. Porque lejos de inyectar optimismo a la economía condujo el viernes a una nueva depresión de las expectativas económicas, que oscilan y se balancean cada día locamente, como no lo habían hecho en décadas.

Soy optimista por naturaleza. Pero desde hace tiempo sé que la mayor evidencia del optimismo falso es el optimismo permanente: la confianza indefinida en el “no pasa nada”, “todo va bien”, “el bache es pasajero”, “los brotes verdes están ahí” con el que Rodríguez Zapatero ha entretenido e hipnotizado a buena parte del país mientras una crisis cancerígena devoraba y devora sus pilares económicos y los presupuestos públicos.

Como San Pablo camino de Damasco, el presidente español se cayó del caballo y se le iluminó la mente en la travesía Bruselas-Madrid. Le habían abroncado por su pasividad en la cumbre europea. Y al llegar a España se encontró con que el mismo Obama le llamaba para urgirle a la acción. Porque no es lo mismo que entre en barrena un país mediano/pequeño como Grecia que lo haga España, que se codea con los grandes en la UE, que ha encontrado un hueco en el G-20 y que tiene un peso capaz de arrastrar al euro.

A Rodríguez Zapatero se le encendieron todas las alarmas y decidió hacer lo que suele hacer: improvisar. Ni corto ni perezoso, se presentó en el Congreso, soltó un paquete de medidas que debían aprobarse el viernes en el Consejo de Ministros, sin calcular que hay decisiones políticas para las que no basta el “ordeno y mando”, porque se han de ajustar a la Constitución y a las leyes. Nadie le advirtió en el Gobierno [o está muy solo o no se atreven a rechistarle] que se estaba metiendo en un jardín resbaladizo. Y apenas unas horas después ya se sabía que el Consejo de Ministros del viernes no podría hacer nada, porque el anuncio del presidente es un encaje de bolillos que precisará de cambios legislativos para que no sea derribado por el Tribunal Constitucional.

Lo más descorazonador de todo es que las muestras de austeridad que desde tantos ámbitos le habíamos pedidos a Zapatero irían en la buena dirección si no fueran tan parciales, tan escoradas a apretar el cinturón sólo a los más débiles y no a las rentas altas. Así se lo pedí directamente a Rodríguez Zapatero desde la Tribuna del Congreso minutos después de su anuncio (y así se está demandando ahora desde las filas del propio PSOE).

Como también he recordado al PP algo esencial para el país, para todos nosotros: se puede criticar los errores de Zapatero , seguir reclamando las enmiendas necesarias y, a un tiempo, hacer una política responsable con los tiempos que vivimos: no obstaculizar, bloquear o dinamitar cualquier iniciativa que contribuya a enderezar el rumbo del país; incluso las que el PP defiende.

Los electores más patriotas del PP nunca le perdonarán el que, con exclusivos fines electoralistas, se oponga ahora a medidas que el PP había propuesto. Y no lo harán porque están demostrando que les guía el oportunismo y el electoralismo más que un compromiso moral y ético con su país. Les importa más hundir a Zapatero que levantar a España.

Pero lo cierto es que se puede arrimar el hombro al mismo tiempo que se señalan los errores y se apuntan las enmiendas necesarias. Coalición Canaria es un partido responsable que sabe que no caben veleidades electoralistas cuando está en juego el sufrimiento de tantas personas, el empleo de tanta gente.

Y seguiremos empeñados en unir más que en destruir. Es una de nuestras marcas de identidad, aunque tanto pese a algunos.

 

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