Quienes consideramos que hay que mirar con confianza al futuro para encontrar respuestas que ya no se hallan en el pasado, creemos que existen razones más que suficientes que justifican nuestra oposición a que Canarias sea el escenario de la búsqueda de una fuente de energía antigua cuyo impacto podría afectar seriamente al tesoro más preciado por quienes residimos aquí y por los más de doce millones de turistas que nos visitan cada año. 

Recuerdo aquellas palabras pronunciadas por el diputado del Partido Popular, Esteban González Pons, en las que reprochaba al Gobierno socialista de entonces que autorizase la realización de prospecciones petrolíferas en el Mediterráneo y, además, en una intervención muy poética, se refiriese al petróleo como “una energía sucia a extinguir” y subrayase que “no estamos en el tiempo del oro negro sino del oro verde”. Palabras que hoy repiten todos sus compañeros en todo el arco mediterráneo, encabezados por el presidente de Baleares que, en una entrevista a la Televisión Canaria, llegó a decir que “jamás de los jamases permitirá que se autoricen prospecciones en su territorio”.

El Gobierno del Estado, carente de ideas para encarar un futuro que requiere soluciones que pasan por invertir en capital humano y apostar decididamente por la economía del conocimiento y la innovación, pretende dar la espalda a la modernidad y emprender un viaje a ninguna parte con unas exploraciones que podrían derivar en un modelo económico con consecuencias funestas.

Tras la década de la burbuja inmobiliaria, cuyas consecuencias han sido nefastas para nuestra economía, para nuestra credibilidad institucional y, sobre todo, para millones de familias, el Ministerio de Industria nos propone como alternativa que nos embarquemos, sin rechistar, en una aventura con la que pretende reproducir una nueva burbuja en ambos Archipiélagos, pero en esta ocasión con la extracción de petróleo, seas cuales sean las consecuencias.

La riqueza de Canarias es su paisaje, el entorno privilegiado que representa su mar, la diversidad de especies que habitan en las aguas que nos rodean. Un espacio tan sobresaliente que solo aquellos que, cegados por la avaricia del dinero fácil, son incapaces de ver que la solución que nos permitirá retornar a la senda del crecimiento no se encuentra en el subsuelo sino en la superficie.

Las nuevas ideas que nos ayudarán a construir un futuro consistente, ajeno a los bastardos intereses de la industria petrolera, pasan por el impulso de las energías limpias. Energías más baratas, que generan más puestos de trabajo y de mucha más calidad. Nuestro futuro pasa por extrapolar al resto de las Islas la experiencia de la isla de El Hierro y convertir el Archipiélago en un laboratorio mundial para el estudio y el desarrollo de proyectos innovadores que podamos exportar a otros países, especialmente al continente africano.

El futuro de Canarias no pasa exclusivamente por el turismo, ni muchísimo menos por el petróleo. El récord en la llegada de turistas registrado en 2013 y que, previsiblemente, será superado en 2014 se debe, en gran parte, a la crisis que se vive en los países del Norte de África. Y no podemos perder de vista que esta situación de crecimiento, que podría ser coyuntural, debemos utilizarla como trampolín para reinventar nuestro modelo económico.

Debemos aprovechar el tirón que vivirá nuestra economía en los próximos años –si no se tuercen las cosas- para que los jóvenes en paro y sin estudios adquieran nuevas habilidades y se reciclen en materias que le permitan reincorporarse al mercado laboral. Tenemos que cualificar aún más nuestra oferta turística, no solo insistiendo en la rehabilitación de los espacios degradados sino también introduciendo nuevas ofertas de ocio, cultura y deporte para que Canarias sea un destino atractivo para los jóvenes de los países europeos. Las energías sostenibles son un objetivo irrenunciable, como también lo es el avance en Canarias como centro de investigación mundial astronómico o nuestro sueño de ser la plataforma comercial con África.

Tras el desenfreno urbanístico, cuyas huellas son imborrables en nuestro litoral, no podemos volver a cometer el mismo error poniendo en riesgo nuestro medio ambiente marino. El Gobierno del Estado no puede obligarnos a ser rehenes de un proyecto que se está fraguando en despachos cerrados del Paseo de la Castellana, cuyo expediente es un secreto que transita sin transparencia entre los Ministerios de Industria y Medio Ambiente y la petrolera Repsol. Su huida hacia adelante en ambos Archipiélagos no puede ser un proyecto cortoplacista que pondrá en riesgo dos territorios excepcionales que estamos obligados a entregar impoluto a aquellas generaciones a las que ya hemos condenado de antemano a pagar la deuda de nuestros errores.

Hay una Canarias posible por la que debemos luchar, una Canarias moderna, con un sistema educativo estrechamente vinculado con la nueva economía, con un estado de bienestar sostenible. Esa es la carrera a la que debemos sumarnos, a la carrera global del conocimiento. No lo tiremos por la borda lanzándonos a lo desconocido.

 

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