Jaleado por los diputados y senadores del Partido Popular, que le despidieron con una prolongadísima ovación, el presidente del Gobierno del Estado, Mariano Rajoy, abandonó la burbuja del Congreso, en la que se siente cómodo gracias a su amplia mayoría absoluta, con aires triunfalistas. Había cumplido su papel al milímetro y había logrado noquear al desorientado líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba.
Una vez en la calle, el presidente volvió a toparse con la realidad. El invierno de la desconfianza y de la interminable crisis económica sigue estando más presente que nunca en este país. Desconfianza que se acentuó sólo 24 horas después de su salida de la Cámara Baja, tras conocerse las cifras publicadas por la Comisión Europea: las ayudas a la banca elevan el déficit de España sobre el 10% en 2012. Tres puntos por encima de la cifra que el propio Rajoy había anunciado el miércoles en el debate sobre el estado de la nación, en el que omitió los 40.000 millones que se ha inyectado al sector financiero.
El debate sirvió para retratar a un presidente que sigue recurriendo a la herencia para justificar su política de sacrificios: “no he cumplido mi programa, pero sí con mi deber”. Y, una vez más, nos volvió a pedir que confiemos en él. Una confianza difícil de asumir si, sólo un día después, la Comisión Europea abofetea al Gobierno con unas cifras que no invitan al optimismo al que trató de aferrarse el presidente para justificar la oleada de recortes que ha aplicado en catorce meses a cambio de nada.
Debate en el que, además, pecó de soberbio e impertinente con los portavoces que fuimos críticos con él. Todos, a excepción del Partido Popular. En el ajedrez del Gobierno y del PP estorbamos todos aquellos que expresamos públicamente nuestras desavenencias con la política del Ejecutivo y reclamamos, en el caso de Canarias, que impulse en las Islas recetas “distintas para quienes somos desiguales”. Su respuesta fue vaga, imprecisa y, alentado por sus diputados y senadores, pecó además de falta de cortesía parlamentaria.
Su empeño en ocultar la información y, sobre todo, su negativa a responder ante el Congreso y ante los ciudadanos provocó que el debate se centrase en el caso de corrupción que azota a su partido. Un debate que sigue vivo con la aparición de nuevos datos y, además, por el desafortunado manual utilizado por Rajoy y el Partido Popular consistente en no mentar el nombre de Bárcenas y eludir cualquier responsabilidad.
Pese a su actitud, los nacionalistas canarios, que siempre hemos demostrado nuestra responsabilidad y nuestro sentido de Estado en los momentos más difíciles, le volvimos a pedir un cambio de actitud y que abandonase la soledad en la que se ha instalado su Gobierno y su partido, y que retome el diálogo, la transparencia y dignifique el papel que ha restado a esta Cámara. Elementos que son claves e imprescindibles si quiere impulsar un pacto de Estado para acabar con las sombras de la corrupción.
Han pasado catorce meses desde que llegó a La Moncloa y lejos, muy lejos, quedan los siete compromisos que asumió con Canarias en el debate de investidura. Compromisos que no sólo no ha cumplido sino que, además, ha agravado con recortes que ahogan mucho más si cabe la debilitada economía canaria y acentúa la desesperanza de las familias más afectadas por la crisis. Le recordé sus incumplimientos y le planteé abiertamente sólo ocho de los muchos interrogantes que nos planteamos en Canarias con respecto a la política del PP en las Islas:
– ¿Cómo cree que nos sentimos los canarios cuando se bajan las subvenciones al agua desalada en Canarias y se mantienen en Ceuta y Melilla?
– ¿Cómo cree que nos sentimos los canarios cuando se excepcionan en la ley de costas zonas del Mediterráneo y de Baleares y se ignora a Canarias?
– ¿Cómo cree que nos sentimos los canarios cuando en el siglo XXI, con los adelantos telemáticos, nos piden el certificado de residencia como hace 30 años?
– ¿Cómo cree que nos sentimos los canarios cuando su gobierno suprime los planes de empleo en Canarias cuando tenemos un 35 % de paro?
– ¿Cómo cree que nos sentimos los canarios cuando se autorizan las prospecciones petrolíferas en la costa canaria, y se suspenden en la costa de Valencia y de Baleares?
– ¿Cómo cree que nos sentimos los canarios cuando se disminuye un 50 % la subvención al transporte de mercancías, poniendo en riesgo la supervivencia del sector industrial y agrícola de Canarias?
– ¿Cómo cree que nos sentimos los canarios cuando ignora la importancia y el coste distinto de las energías renovables en Canarias y nos mete en el mismo saco del sistema eléctrico nacional?
– ¿Y cómo cree que nos sentimos los canarios cuando pedimos que se bajen las tasas aéreas en Canarias y las suben, y sin embargo en Baleares las bajan un 10 %?
Nos sentimos, como le dije en el Congreso, ignorados por el Gobierno y cada día más lejos y desiguales al resto de los españoles. Una desigualdad que queda de manifiesto, número a número, en el sistema de financiación autonómica. Un sistema que no es equitativo, no responde al principio de igualdad de todos los españoles y, por tanto, está resultando injusto. Las cifras son incontestables: cada canario recibe 387 euros menos que la media del conjunto de las Comunidades Autónomas y 1009 euros menos que la autonomía mejor financiada.
El margen del Gobierno es cada vez más estrecho. Y, por ello, en las propuestas de resolución que plantearemos al Ejecutivo en la segunda parte del debate sobre el estado de la nación le emplazaremos a que se comprometa a la reforma del REF, que sea valiente en su política de conectividad con Canarias y que pacte una política de empleo específica para las Islas. Y, sobre todo, que impulse el renacimiento de nuestro agonizante sistema democrático con más transparencia, más diálogo, más parlamentarismo y con políticas que generen esperanza, y no más ansiedad, a una ciudadanía cansada por la ausencia de respuestas y desesperada porque su Gobierno no escucha.
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