ETA no ha desaparecido todavía; pero se ha jubilado. Se ha cortado la coleta y se retira de los espacios sangrientos.

No ha hecho todo lo que tenía que hacer; pero sí lo mínimo que tenía que hacer (al menos en este momento).

Frente a los que (desde posturas muy interesadas políticamente) sostienen que el gesto ofrecido es tímido y no vale, se está imponiendo el sentido común: es un paso importante, que hace muy difícil la vuelta atrás. Y permite el avance de la libertad y de la convivencia en un territorio como el vasco, asolado por la violencia durante más de cuarenta años.

Si los canarios reclamamos muchas veces que se pongan en nuestra situación para que entiendan nuestros problemas diferenciales, es momento ahora de ponerse en la piel de los vascos, que a partir de ahora tienen más motivos para sentirse libres, como nos sentimos todos los demás a partir de la Constitución de 1978.

Entiendo de alguna forma a los que desconfían del anuncio de la banda terrorista después de tantos años de engaño y de delincuencia política. Pero tengo confianza en que sea un anuncio verdadero, no tanto por lo que ellos dicen como por la historia que les ha llevado a la extrema debilidad. A la retirada. Una historia de firmeza democrática ante el terror por parte del resto de los partidos; una historia de continuos éxitos policiales; y una historia de aislamiento social y político de la banda de criminales.

Su jubilación es una rendición, se mire por donde se mire. Y negarla solo va a beneficiar a ETA, porque es dar argumentos a su fatuo victimismo.

Son las instituciones, los partidos democráticos y los ciudadanos los que podemos sentir orgullo por haber llegado a este punto sin tener que renunciar a nuestros principios. Y no son los violentos los que han de hacer ver su retirada como una especie de victoria.

Lo importante ahora es que las víctimas se sientan reivindicadas, se sientan reconocidas y valoradas por todos. Que no se olvide el coste que hubo que pagar por preservar la libertad en España y poder completarla ahora en el País Vasco, donde no todos pueden decir lo mismo por la calle sin temor.

ETA se jubila como otras tantas estupideces históricas padecidas. Pero que nadie olvide que eso ha sido posible porque muchos hombres y mujeres no se plegaron a ella, hasta el punto de pagarlo con su vida.

 

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