La restricción de la velocidad a 110 kilómetros/hora en todas las vías de circulación para ahorrar unos centenares de millones de euros en combustible ha soliviantado muchos ánimos, especialmente de aquellas personas muy sensibles a cualquier restricción de las libertades individuales.

Pero, bien mirado, es un sacrificio pequeño, comparado sobre todo con los grandes sacrificios que millones de familias tienen que hacer todos los días y comparado con el gran ejercicio de austeridad que nos espera a los ciudadanos de este país en los próximos años. En este caso, además, se da la circunstancia de que contribuirá a reducir la siniestrabilidad en el tráfico, según los expertos e inducirá en menor grado al uso del transporte público.

En Canarias le medida tiene menos incidencia, por nuestra limitada red de autovías. Aquí hemos de abordar el necesario abaratamiento de nuestra factura energética impulsando de un modo más decidido la diversificación de suministro, porque seguimos siendo dependientes del petróleo en más de un 95%, mientras ese índice esta por debajo del 50% en toda Europa.

Si descontamos la energía nuclear, inviable en Canarias , hemos de acelerar los pasos para que se pueda desplegar una mayor potencia en energía eólica y fotovoltaica y para que se implante de una vez el gas natural para la producción de energía eléctrica, porque es mucho más barato y menos contaminante que los derivados petrolíferos. En el caso de las energías alternativas (especialmente en la eólica) nuestras condiciones climáticas las convierten en métodos mucho más eficientes, no solo medioambientalmente sino también en coste para la generación eléctrica respecto a las plantas de fuel.

Si siempre ha sido importante la diversificación y el ahorro energético para la competitividad de nuestra economía, ahora es ya un factor absolutamente crítico, por la creíble amenaza de un encarecimiento permanente del petróleo y por la necesidad de que el ajuste de costes necesario para superar la crisis no recaiga exclusivamente sobre los trabajadores, como hasta ahora viene ocurriendo.

En cualquier caso, todos estamos llamados a ser colectivamente solidarios introduciendo en nuestra vida cotidiana medidas que ahorren el consumo de energía y agua, que se disparó en los años de bonanza y ahora hemos de atemperar a los tiempos que corren.

 

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