El mismo día que el Eurogrupo certificó el fin del rescate a la banca española, cuya factura de 41.300 millones de euros tendremos que pagar entre todos pese a que el presidente Rajoy nos aseguró lo contrario, el Banco Central Europeo (BCE) publicó un informe en el que ratifica una realidad que todos intuíamos: la mitad de las pequeñas y medianas empresas de nuestro país no lograron entre abril y septiembre de este año la financiación bancaria que necesitaban.

Es decir, el mismo día que el Gobierno recibía con júbilo la noticia de que la banca española “vuelve a estar saneada y a tenerse por su propio pie”, el BCE ponía en entredicho el objetivo de un rescate que quizá haya contribuido a poner en orden las cuentas de las entidades bancarias, pero que no ha cumplido una de sus principales misiones: facilitar el crédito a las pequeñas y medianas empresas, autónomos y emprendedores para contribuir a la salida de la crisis.

Solo el 52% de las pymes que solicitaron un crédito entre abril y septiembre lograron toda la cantidad reclamada. Un porcentaje que se sitúa muy lejos del registrado en el mismo periodo en otros países de la Unión Europea: Alemania (87%), Finlandia (81%) o Austria (80%).

Más datos: desde 2012, el crédito a empresas y familias se ha reducido en más de 200.000 millones de euros, el 20% del PIB. Por tanto, como asegura el profesor de Economía, José Carlos Díez, “estamos seguramente ante la mayor caída de crédito de la historia”.

Antonio Tajani, vicepresidente de la Comisión Europea y comisario de Industria y Emprendimiento, apunta a este respecto que “los datos vienen demostrando desde el inicio de la crisis que las pymes se enfrentan a obstáculos ingentes y desproporcionados a la hora de acceder a la financiación que necesitan para sobrevivir y para prosperar».

Los contribuyentes tendremos que abonar con nuestros impuestos unos 36.000 millones de euros del rescate bancario. Sin embargo, este esfuerzo no se ha visto compensado por las entidades bancarias, que continúan cerrando el grifo a más de la mitad de las pymes y abocando a muchas de ellas al cierre definitivo o a sobrevivir en unas pésimas condiciones.

El supuesto éxito del rescate contrasta con el fracaso del crédito. Dos caras de una misma moneda cuya explicación es difícil de entender y de justificar por parte del Gobierno. Las necesidades de capital de los bancos están cubiertas, pero el esfuerzo colectivo que ha supuesto y que supondrá el coste de la factura no se ha traducido en una compensación a las pequeñas empresas que conforman el grueso de nuestra economía y que no cotizan en el Ibex.

Es cierto que el rescate, que hace 18 meses nos hizo temer lo peor, se ha cerrado mucho antes de lo que esperábamos y no hemos sufrido una situación tan dramática como la que aún existe en países como Grecia o Portugal, pero el Gobierno no debe caer en un ejercicio irresponsable de autocomplacencia y no exigir al sector financiero que reactive cuanto antes el crédito, que se ha desplomado a niveles de hace siete años.

Otro dato que resulta paradójico es que, pese a que el préstamo europeo se concedió a un interés bajísimo (0,5% de media) y a largo plazo (12 años y medio), el 58% de las pymes españolas se queja en la encuesta que publica el BCE de que los costes que tuvo que asumir para financiarse empeoraron y subieron. La banca aplica a sus clientes una receta muy diferente de la que se beneficia con un rescate que a ellos les ha salido demasiado barato.

Los expertos insisten en que el panorama no variará a corto plazo y que solo las empresas solventes se beneficiarán del acceso al crédito.  Y es obvio que si persiste la connivencia que existe entre todas las entidades bancarias para mantener cerrado el grifo será muy complicado que se restablezca el crecimiento económico en unas condiciones óptimas que permitan la creación de empleo.

Los ciudadanos hemos tenido que asumir con resignación el coste de una factura de la que no hemos sido responsables. Y, una vez finiquitado el rescate, le toca a la banca devolver “lo que ha recibido directa e indirectamente para recuperar la solvencia y la reputación que perdió todo el sector por las prácticas de una parte” (editorial de Cinco Días).

 

 

 

 

 

 

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