Artículo publicado en El Huffington Post

Hoy nos hemos despertado con nuevos titulares que apuntan a que este país ha entrado en una espiral irreversible que nos aboca a una próxima intervención económica por parte de la Unión Europea. Las palabras de esta mañana del propio ministro de Economía, Luis de Guindos, en las que aseguraba que “el Gobierno ya ha hecho todo lo que tenía que hacer” ratifican que el Ejecutivo ya ha tirado la toalla y que hemos entregado nuestro futuro a Bruselas y Berlín.

Nos encontramos, como bien apunta el periodista canario Carmelo Rivero, en “el corredor del rescate total”. En un corredor sin salida del que no saldremos salvo que obre el milagro y el Banco Central Europeo (BCE), que ya ha advertido que no moverá un solo dedo, cambie inesperadamente de decisión.

Los recortes que ha aprobado el Gobierno no han sido suficientes para un mercado insaciable que nos castiga con un  nuevo máximo histórico de la prima de riesgo y con una caída en picado de la Bolsa española. Nada es suficiente y el estado anímico y económico en el que se encuentra este país es de pesimismo absoluto y de una depresión que va en aumento.

Este fin de semana estuve analizando con un grupo de amigos y especialistas hacia dónde vamos y qué camino tendremos que recorrer si se materializa el tan temido rescate y nos obligan a seguir la misma senda que han recorrido con tanto sufrimiento y sacrificio los ciudadanos de Grecia, Portugal e Irlanda.

La fuerte recesión económica ha arrastrado consigo a muchos de los pilares en los que se sustenta nuestro sistema democrático. Ha devorado en apenas unos meses la credibilidad de la Monarquía, del Tribunal Supremo y Constitucional, de todo el sistema de justicia, partidos políticos, sindicatos, empresarios y hasta de la propia Iglesia.

Los líderes de nuestro sistema, que en ocasiones anteriores han contribuido con sus discursos a recuperar la confianza y a trazar conjuntamente la agenda política y económica, están (estamos) fuertemente cuestionados por una sociedad que ha perdido la confianza tras asistir, en los últimos ocho meses, al descrédito de un Gobierno y de un partido que les prometió hacer todo lo contrario que lo que está haciendo.

La guerra encarnizada abierta de forma paralela a la evolución de la crisis ha desatado campañas mediáticas en las que se ha puesto el punto de mira en todos los pilares a los que he aludiendo anteriormente, enfatizando su descrédito con fines partidistas y empresariales.

Estas operaciones, en las que han participado activamente líderes de opinión de los medios de comunicación, han abierto la puerta a una batalla campal que ha servido para demonizar y desacreditar a los ejes fundamentales de nuestro sistema sin reparar en los costes que ello tendrá para todos y en las dificultades que tendremos que superar cuando queramos volver a levantarnos.

Tenemos que conservar intactos los valores que nos han ayudado a crecer como sociedad y no podemos ser cómplices y jalear a quienes fomentan la intolerancia, la insolidaridad, el racismo, la xenofobia y el desprecio a las bases de nuestro sistema.

No podemos permitir que esta espiral sirva de plataforma para que en España avancen partidos de la ultraderecha y movimientos nazis como los que han surgido en Grecia, Francia, Holanda o Alemania. Partidos que, incluso, están hoy presentes en distintos parlamentos gracias a un discurso que han construido apoyándose en la ausencia de valores y confianza de los ciudadanos.

Nos podrán quitar la autonomía económica y política, pero espero que la recesión económica no nos arrebate los valores y los pilares en los que nos hemos apoyado para crecer como país y como ciudadanos.

 

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