Enlace a la entrevista

por Carmen Moraga

Se define como «mujer luchadora, positiva, tolerante y con genio», que no se desmoraliza fácilmente con las críticas que recibe después de casi toda una vida en política. Por eso no le afectaron demasiado los acerados comentarios que le dedicaron ciertos medios de comunicación y algunos tertulianos cuando desde su escaño del Congreso despidió el año pasado a Zapatero.

«Usted y yo nos perdimos muchas cosas de la vida de nuestros hijos pero la vida que le viene ahora tiene un montón de momentos, y agárrelos fuertemente, lo va a disfrutar y se lo merece, se lo merece a nivel humano y a nivel personal», le dijo Ana Oramas al todavía presidente del Gobierno. Aquellas palabras encerraban algo más que un amable consejo a un político que ha estado cerca de ocho años sometido al fuerte desgaste del poder mientras veía cómo sus dos hijas crecían en La Moncloa. Para ella fue una manera de entonar un ‘mea culpa’.

Porque Ana, según nos desvela, tuvo a su única hija  – que ahora es una adolescente de 16 años- con 37 años, implicada de lleno en los muchos cargos políticos que ha desempeñado desde muy jovencita. «Prioricé el trabajo a la maternidad y me equivoqué». «Me volqué demasiado en mi vida profesional. Si hay algo de lo que ahora me arrepiento es de no haber tenido más hijos», nos confiesa la portavoz en el Congreso de Coalición Canaria con algo de ‘remordimiento’.  

Ana Oramas nació en 1959 en Santa Cruz de Tenerife, de madre gallega y padre canario. Es la mayor nada menos que de diez hermanos, cuatro chicas y seis chicas, una circunstancia que le ha marcado el carácter. «Por eso tengo tanto genio y soy tan mandona», dice entre risas. Sin embargo, el único ‘privilegio’ que tenía por éste hecho era que podía estrenar ropa «mientras el resto de  mis hermana la heredaban». Ser tanta ‘tropa’ tuvo también sus inconvenientes. Uno de ellos, que su padre, economista de profesión, trabajaba muchas horas para sacar adelante a la familia y paraba poco en casa. «Mi madre se dedicaba enteramente a la familia y fue la que  nos crió.

Por suerte fuimos muy felices y la verdad es que salimos todos muy estudiosos», afirma. Ella estudió Económicas y es la única de los diez hijos que se ha dedicado a la política porque no hay mucha tradición en la familia. El antecedente más cercano es el de una hermana de su padre que fue alcaldesa de Santa Cruz y que por el cargo también ejercía por aquel entonces como representante en Canarias de Don Juan de Borbón. Ani – que es como la llaman sus más allegados-  cuenta que cuando el padre del Rey visitaba la isla se quedaba en casa de su abuelo a dormir.

A los 17 años ya apuntaba maneras como dirigente universitaria fogueándose en asambleas en la facultad de Económicas «en las que me batía con todo tipo de gente, maoístas, comunistas o troskistas. Pero yo nunca me he considerado una mujer de izquierdas».

A los 18 años, en plena Transición democrática, decidió afiliarse a las juventudes de UCD en donde también militaba el dirigente andaluz del PP, Javier Arenas. Aunque han pasado muchos años, Ana no olvida el día en el que Arenas, en calidad de secretario de Organización de la Juventudes centristas, viajó hasta Tenerife  para protagonizar un acto. Al finalizar, quedaron todos para ir a bailar a una discoteca en el Puerto de la Cruz. «Como sabía que mi madre no me iban  dejar le dije la típica mentirijilla, que me iba a estudiar a casa de una amiga», anécdota con la que, recordándola, se ha reído con Arenas en más de una ocasión. «Fui su pareja de baile», se jacta con una amplia sonrisa.

Su vocación por la política no fue  algo que la hiciera sentirse ‘extraña’ porque en su entorno casi todos sus amigos eran o periodistas o andaban militando en algún partido, así que entre ellos era habitual el debate sobre los profundos cambios que ya se estaban originando en España.

Precisamente, cuando se disuelve la UCD, un grupo de aquellos amigos de la juventud decide fundar el Partido Nacionalista Canario en el que se integran prácticamente todos los alcaldes de la antigua formación centrista. Ana trabajaba por entonces en la Sociedad de Garantías Reciprocas de Tenerife (SOGARTE) y no estaba en su punto de mira dedicarse de lleno a la política.

Pero su militancia en la Agrupación Tinerfeña la lleva a presentarse en  las primeras elecciones municipales que se celebran en democracia en un puesto de la lista que creía de ‘relleno’. «Yo no quería implicarme pero me convencieron para que fuera como número 17 pensando que como mucho obtendríamos 13 concejales. Pero la sorpresa fue que logramos 21 de los 27 que estaban en juego». Así que de buenas a primeras, apenas siendo una veinteañera, se vio dirigiendo la Concejalía de Carnavales, «que aunque parezca mentira era el puesto más polémico y más expuesto a las críticas mediáticas».

Se mantuvo cuatro años en el cargo durante los cuales los mejores recuerdos que guarda fue el hecho de haber conocido a destacados periodistas como Luis del Olmo, María Teresa Campos, Carlos Herrera, Pepe Oneto o Andrés Abersturi, a los que invitaba a la isla para promocionar las fiestas.

Con tan sólo 25 años dejó la política municipal para regresar de nuevo a la empresa privada, aunque poco le duró porque pronto la fichó Jerónimo Saavedra, expresidente socialista del Gobierno Canario, como Viceconsejera de Administración Pública. Su carrera política es ya  imparable y después de pasar una legislatura como diputada autonómica regresa a la política municipal tras ser elegida alcaldesa de La Laguna.

Todo ese ajetreo político era visto en su casa con mucha ‘distancia’ y cierta dosis de preocupación. «A mi padre no le hacía mucha gracia que me metiera en lo que para él sólo eran ‘líos’. La frase que siempre me decía – muy típica de aquí, aclara – era «¡qué necesidad»¡, dice, sonriendo, al acordarse. Tampoco ahora su marido, abogado de profesión y «una persona muy espiritual y tranquila», está lo que se dice ‘entusiasmado’ con esa dedicación que ella profesa a la política. «No entiende mi ritmo de vida. A él le gustaría que me tomara todo con más calma. Pero «esto es lo que hay», le digo», afirma Oramas, haciendo un gesto de resignación con las manos.

Diez años nada menos estuvo como alcaldesa de La Laguna, de los cuales el peor momento que recuerda es la tromba de agua que cayó en el pueblo que causó graves inundaciones y tras la que un centenar de familias de quedaron sin viviendas y hubo varios muertos. «Nunca se me olvidará lo duró que fue tener que ir a dar la noticia a las familias. Fue tremendo». Sin embargo, su trabajo tuvo su recompensa. Ana recuerda la emotiva despedida que le dispensaron cuando dejó el cargo al ser elegida diputada nacional por Coalición Canaria, grupo del que es portavoz desde hace seis años. «Lloré mucho porque fue muy bonito verme arropada no solo por mis compañeros sino también por los movimientos vecinales y empresariales». «La política municipal es dura pero es la más agradecida porque para la gente lo más importante es su ciudad, sus problema inmediatos», opina sin dudarlo.

Oramas se considera una mujer sencilla, poco exigente. «Disfruto con un buen plato de cuchara – mi madre era una gran cocinera -. Me encantan los viajes gastronómicos». Le gusta la poesía y la novela. Y aunque le gusta arreglarse y la ropa, no se considera ‘coqueta’. No hace deporte. En el plano político no tolera «ni la deslealtad ni la traición».

Hace diez años la operaron de un tumor en el pecho, algo que le cambio la vida. «Cuando te pasa algo así, relativizas muchas otras cosas. Te das cuenta de que hay que vivir el momento, disfrutar, ser leal a tus amigos». «Por eso no planifico nada, ni siquiera los viajes. Si planificas tu vida te pierdes el presente», asegura, convencida. Quizá por ello ahora sólo ambiciona «vivir el mayor número de años para disfrutar de mi familia». Y «poder aportar algo a Canarias, que vive una situación muy complicada con uno de los índices de paro más altos», añade de inmediato dejando patente su vocación política. El próximo 17 de julio cumplirá 53 años así que le queda mucho camino que recorrer por delante.

 

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