A esas tres palabras se reduce toda la campaña electoral del PP, aquí en Canarias y en toda España. No hay más. Se diría que para los ayuntamientos, para los cabildos y para el Parlamento de Canarias es imprescindible, fundamental, inexcusable, que Zapatero desaparezca del mapa político, no en un año sino ya.

Su imprevisión y su falta de reacción a la crisis en tiempo y forma han destrozado su credibilidad, incluso entre los socialistas, a los que les gustaría un recambio.Pero que Rodríguez Zapatero siga o no siga en nada va a afectar a la buena marcha de los cabildos y ayuntamientos. Su mejor o peor funcionamiento dependerá de la calidad de los equipos que dirijan esas instituciones, de los programas de actuación que elaboren y de las sinergias que sean capaces de despertar con otras administraciones y con los ciudadanos.

Si el Partido Popular en Canarias tiene una característica que lo defina históricamente es, salvando algunas individualidades, su absoluta incapacidad para conformar equipos estables en las corporaciones isleñas. De forma que su presencia en los ayuntamientos y cabildos ha sido siempre residual. En más de treinta años de democracia no han conectado con la base social y sólo han obtenido resultados relevantes al calor de las siglas y líderes estatales en las elecciones al Congreso y al Senado.

Ellos conocen esa famélica debilidad. Pero en lugar de resolverla vuelven a usar las antiguas mañas, en este caso con más ímpetu, porque quieren capitalizar el descontento social con Zapatero. Su campaña se reduce a desacreditarlo, pero no son capaces de aportar un modelo nuevo de Canarias ni proyectos ilusionantes para cada isla o municipio. Porque viven instalados en la revancha más que en ningún otro empeño.

Yo les animo a que en la próximas semanas se fijen en las personas y en los programas. A Rodríguez Zapatero le llegará su hora en otro momento.

 

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