Sólo un año después de las últimas elecciones, Zapatero se ha visto obligado a realizar importantes cambios en su Gobierno. Lo más destacado, los cambios en Economía y Fomento.

La crisis económica y unas encuestas que muestran el desgaste imparable del Ejecutivo socialista han conducido a una remodelación cantada desde hace tiempo, en la que la única duda era la fecha: antes o después de las elecciones europeas. Y muy necesaria para dar un impulso político a un Gobierno que tiene que afrontar dos retos ineludibles: la crisis económica y la próxima presidencia europea de España.

Estaba claro que este Gobierno emitía signos alarmantes de agotamiento. Con un vicepresidente económico que insinuaba no tener más ideas para impedir el aumento del desempleo y no disimulaba su deseo de retirarse, y otros ministros desaparecidos o demasiado presentes, como la de Fomento, la remodelación sólo era cuestión de tiempo.

Pero a Zapatero le estalló la crisis antes del momento que él había elegido. Otros la anunciaron por él a través de una filtración que le aguó la fiesta de la tan esperada foto con Obama. Nunca sabremos si tuvo que precipitarse o pensaba realmente realizar la remodelación esta semana.

En todo caso, al anunciar los cambios, ha dado la impresión de que Zapatero ha querido priorizar la resolución de un problema político en su Gobierno y en su propio partido sobre las necesidades reales del país. Premiando a quienes le ayudaron a conseguir el liderazgo del partido, buscando una salida a Chaves y realizando otros nombramientos en su línea de buscar en cada crisis el impacto mediático, Zapatero parece haber elegido un camino con más significado interno. Difícilmente este Gobierno durará los tres años que, teóricamente, resta a la legislatura. La operación más parece orientada a pasar las próximas elecciones europeas, un mal trago para el Gobierno y para el PSOE a tenor de las últimas encuestas.

¿Y Canarias? ¿De qué forma nos pueden afectar los cambios en el Gobierno central? Hay dos nombres que ocuparán dos ministerios clave que nos produce, de entrada, tranquilidad y esperanza. Por su amplio conocimiento de nuestras singularidades y por la actitud que han demostrado hasta ahora en sus anteriores responsabilidades. Son la nueva vicepresidenta segunda y ministra de Economía, Elena Salgado, y el nuevo titular de Fomento, José Blanco.

Eena Salgado ha sido el miembro del Gobierno que mejores relaciones ha mantenido con Canarias, incluso en los momentos en que hubo mayor tensión entre las administraciones central y autonómica. Conoce la realidad económica de las Islas, lo que nos cuesta la lejanía y la insularidad. Conoce nuestra deuda histórica y, como ex ministra de Sanidad, el desfase de la financiación en sanidad. Además, durante su paso por Administraciones Públicas ha participado en las reuniones del Consejo de Política Fiscal y Financiera.

A ella le corresponde la tarea más difícil en el nuevo Gobierno. Nada menos que sustituir a Pedro Solbes en la ardua misión de liderar un nuevo impulso en las políticas económicas del país, en el peor momento de una crisis que todavía no anuncia el final del túnel. Pero en sus anteriores destinos ha demostrado ser una buena y seria gestora, y todos debemos desear que la elección sea un acierto porque en ello nos va buena parte del futuro de todos los ciudadanos.

José Blanco sustituye a Magdalena Álvarez, autora de una desastrosa gestión al frente de Fomento, y capaz de lograr el difícil reto de poner a casi todo el mundo en su contra. La semana pasada mantuve una reunión con él y pude corroborar su amplio conocimiento de la realidad canaria y de nuestras necesidades. Creo que dará un impulso político a los convenios Canarias-Estado y desbloqueará los asuntos pendientes en puertos y aeropuertos, especialmente el nuevo papel que debe jugar AENA para ayudarnos a salir de la crisis en el sector turístico. La conectividad es fundamental para dejar a Canarias en las mejores condiciones de competir como destino turístico.

Así pues, ni con Elena Salgado ni con José Blanco vamos a partir de cero. No será necesario, como ha ocurrido en otras ocasiones, tener que empezar desde el principio a explicar las necesidades singulares de Canarias a ministros nuevos.

El resto de nombramientos produce en algún caso extrañeza y en otros despierta curiosidad, expectativa y el deseo de que acierten. En la elección de Manuel Chaves parece clara la intención de Zapatero de buscarle una salida tras el agotamiento de su largo mandato en Andalucía, pero no tanto la necesidad de un ministro coordinador. Vamos a esperar a conocer cuáles serán sus atribuciones en un momento en el que está pendiente la resolución de la financiación autonómica.

Del nombramiento de Trinidad Jiménez nos interesa especialmente el hecho de que Sanidad asume el área de Asuntos Sociales. Ella tendrá, pues, que afrontar la aplicación de la Ley de Dependencia y el asunto pendiente de los menores inmigrantes no acompañados, junto al ministro Corbacho. Esperamos que demuestre la suficiente sensibilidad que permita resolver por fin este problema.

De Ángeles González-Sinde y Ángel Gabilondo, los nuevos ministros de Cultura y Educación, las únicas referencias que tengo proceden de los campos de los que proceden, en ambos casos lejos de la política: el cine y la Universidad. A Zapatero le gusta sorprender con algunos nombramientos especialmente mediáticos. En algunos casos no le han salido bien porque el éxito en la actividad privada  no garantiza la buena gestión al frente de un ministerio. Esperemos que acierte esta vez. Cultura y Educación son dos departamentos en los que Canarias tiene también intereses. Y el más urgente corresponderá a Gabilondo: desbloquear la firma del plan de empleo de infraestructuras educativas. Y esperamos que la titular de Cultura cumpla el calendario cerrado con el anterior ministro respecto al convenio de rehabilitación de la catedral de La Laguna.

Y finalmente, la acostumbrada perla de Zapatero. No tiene el presidente una misión tan gorda como es la situación económica como para que, además, haya decidido incluir entre sus atribuciones el deporte. A falta del ministerio anunciado, en su momento, aparentemente de forma improvisada, Zapatero asume directamente la política deportiva. Parece poco serio cuando nadie duda de que el presidente debe dedicarse al cien por

 

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