La mañana del viernes se estrenaba con la peor noticia del mes, pero por desgracia, no con la peor del año. Los más de cuatro millones de parados en España  (280.000  en Canarias) volvían a estremecer a todas las familias españolas. Y especialmente estremecían a ese más de un millón de hogares (50.000 al menos en Canarias) que tienen a todos sus miembros en paro

El Gobierno español no sólo tardó más de un semestre en asumir la crisis que se avecinaba. Cuando lo hizo, la calificó de temporal y pasajera. Y cuando más tarde admitió su dimensión, siguió quedándose corto en el cálculo, porque hasta hace menos de un mes descartaba que el paro  pudiera afectar a más de cuatro millones al término del año en curso.

El viernes se dio de bruces de nuevo. El optimismo de sus análisis chocó con la dura realidad. Lo que no se esperaba  en todo el año se produjo en el primer trimestre.

El varapalo de la estadística no le ha hecho enmendar del todo. Ahora se nos anuncia que en abril se producirán los primeros síntomas de recuperación. Pero a lo que más podemos aspirar es a que se modere la caída, porque la mancha del desempleo va a seguir avanzado en el tejido económico español. Y solamente asumiendo la situación de emergencia que soportamos es posible articular entre todos esfuerzos y sacrificios para salir adelante sin dejar atrás a esta cuarta parte del país que lo está pasando muy mal.

Desde hace meses vengo insistiendo en el Congreso  en la peculiar y más grave situación laboral de Canarias, por la fragilidad de nuestro sistema productivo, por su alta dependencia de la construcción, por la temporalidad que se da en el sector turístico y por la pequeña dimensión de los sectores industrial y agrario.

Todos los pronósticos en que estaban basadas las demandas de Coalición Canaria al Estado se están cumpliendo, desgraciadamente. El reconocimiento unánime por el Congreso de la necesidad del paquete de medidas anticrisis propuesto para Canarias es sólo un primer paso. Importante, pero primer paso de una carrera de obstáculos que hay que superar con agilidad y ligereza.

Esta misma semana, reclamé en la Cámara al nuevo ministro de Educación la firma del convenio de más de 40 millones de euros para la construcción, ampliación o mejora de los centros escolares y de FP. Un convenio con Canarias que se había interrumpido caprichosamente el año pasado y que vamos a rearmar en este ejercicio. No sólo es vital como inyección de empleo a un sector de construcción deprimido. Lo es también para la mejora de la cualificación profesional, en la que están puestas  todas las esperanzas en el futuro.

El mundo tecnológico y especializado por el que avanzamos coloca a todos -no sólo a los estudiantes- en una clara disyuntiva: mejoramos nuestros conocimientos profesionales, o nos veremos relegados (como personas o como país) al pelotón de los torpes. La fiesta del consumo ha terminado. Y ahora toca pagar la factura, devolver los préstamos y sacrificarse para producir más y mejor.

Ese esfuerzo Canarias no puede hacerlo sola, como tampoco España lo está haciendo en solitario. Hoy, Canarias tiene a uno de cada cuatro trabajadores en el paro, según la última estimación del INE. Para que no  llegue a tener a uno de cada tres, se hace necesario que el Estado nos dé un trato financiero semejante a la media nacional.

Por eso reclamamos una y otra vez  el estímulo de las obras públicas pendientes, en plazos cortos y determinados. La revisión de los convenios pendientes. El esfuerzo activo, decidido y rápido para salvar una temporada turística (de la que va  depender  todo el tono vital de la economía canaria en este año), mediante nuevas campañas de promoción.

Insistimos de nuevo en la  activación de los aeropuertos como ejes para la captación de visitantes y para construir un mercado interior canario ágil y competitivo. La llamada renta de situación de Canaria continuará desaprovechada mientras no convirtamos a nuestra red de aeropuertos en auténticos portaaviones para todo el tráfico mundial.    

Preciso es también la dotación de líneas específicas para la rehabilitación turística en Canarias, ya que muchos de los proyectos presentados al Estado se quedaron sin financiación. En Canarias las medidas anticrisis se han de concentrar en aquellos sectores más en peligro o más castigados, como la construcción y el turismo. Y ningún empresario con el arrojo de invertir en estos momentos en la cualificación de nuestra oferta se ha de quedar sin la financiación precisa.        

Impulsar una mayor proyección del Estado en las empresas canarias  será uno de los factores que contribuyan a detener la sangría de puestos de trabajo. En eso he puesto, pongo y pondré todo mi empeño. Que no es poco, pero que en días como el pasado “viernes negro” se me antoja siempre insuficiente.

 

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