Coalición Canaria  ha participado con la mejor voluntad en las conversaciones mantenidas por el Gobierno con los grupos políticos sobre un posible pacto para la recuperación económica. No cuajó al final, pero deja plantadas en el BOE una serie de medidas positivas, aunque insuficientes.

Especialmente la mayor implicación del Instituto de Crédito Oficial (ICO) en la financiación de las pymes y los incentivos establecidos a la rehabilitación de viviendas ejercerán efectos saludables para el reimpulso, pero muy pequeños

De nuevo se ha vuelto a demostrar que los partidos nacionalistas han demostrado más sentido de Estado que las dos grandes formaciones, PSOE y PP. Los socialistas, temblorosamente empeñados en no lastimar alguna de sus bases electorales, que acabará dándole la espalda si la situación no remonta. Y los populares , encastillados en el “todo va mal” y aireando una única medida como la rebaja fiscal, que siempre es bien recibida por los electores, pero que no es por sí misma un sólido plan de rescate.

Ni una ni otra actitud nos conducen a las imprescindibles reformas que nos saquen de la atolladero. Cambios reales en el sistema laboral, en el sistema financiero y en materia de transportes y energía, que nos devuelvan a la senda de crecimiento, iniciada ya por casi todos los países europeos, mientras España se queda descolgada.

La totalidad de los institutos y oficinas de análisis económico han echado ya por tierra la infundada confianza del Gobierno de recuperar el crecimiento del PIB y del empleo en el presente año. Por eso esas reformas no solamente son imprescindibles, sino también urgentes antes de que llegue el verano.

Los dos primeros años de la crisis han sido relativamente cómodos para el Gobierno socialista, porque podía ir tirando del endeudamiento para financiar sus planes de estímulo (entre ellos el famoso Plan Zapatero que ha llenado de carteles  las calles de los ocho mil municipios españoles) y la creciente factura de los subsidios del paro, mientras la recaudación de impuestos se desmoronaba a una rapidez muy  comprometedora para todas las administraciones. España ha retrocedido en presión fiscal casi dos puntos, por la caída de los beneficios, del consumo y de las licencias de obra.

Y las duras exigencias de la UE para la reducción del déficit público (que mantenga la estabilidad del euro) deja a Rodríguez Zapatero sin más cartas en la mano que las que se ha negado a usar en estos años. Sin peseta que devaluar como antaño, no queda otro remedio que encontrar una sabia manera de que todos nos apretemos el cinturón dos o tres agujeros, si no queremos que en 2011 nos los aprieten cuatro o cinco, como a los griegos. Ellos tienen ahora un sobrecoste brutal por su deuda externa; en cualquier caso inferior al mayor gasto español por nuestro diferencial de paro, que dobla la media europea. Estamos, por lo tanto, ante la vieja disyuntiva de beber ahora una taza entera si no queremos tragar taza y media a la vuelta de  la esquina

Si a España se le encarece el precio de  necesario re-endeudamiento para financiar el déficit publico de este año [que no será inferior al 8% del PIB] habremos entrado en la “tormenta perfecta”, aquella en la que los flotadores no sirven de nada.

Nuestras llamadas a la cordura y a la responsabilidad no han encontrado hasta ahora la recepción suficiente. Pero será la realidad la que luego imponga por su cuenta efectos más dolorosos e imprevistos.

No queda ya mucho tiempo para seguir empeñados en la política de la avestruz, que se cubre la cara esperando a que el peligro pase. Las amenazas siguen y seguirán ahí mientras no les hagamos frente

 

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