Muchas veces hemos oído decir que nada volverá a ser igual después de la crisis. Y cada día que pasa estoy más convencida de ello. El actual modelo económico, social y político se ha quedado obsoleto, y ha perdido el vigor que nos permitió consolidar la democracia y los cimientos de un país al que ahora le corresponde gestionar su futuro con otras claves.

Las prioridades del presente son muchas, pero los desafíos a medio y largo plazo son más apremiantes. Necesitamos que los jóvenes se integren en el sistema, que sean una parte importante en el diseño del nuevo modelo de sociedad, y no podemos seguir limitando las aspiraciones de quienes ansían no solo encontrar un empleo sino que anhelan vivir en un espacio más transparente y más participativo.

Hechos que, hasta hace no mucho, considerábamos imposibles se han producido sin que hayan supuesto ningún trauma. Hemos asistido al relevo en la Casa Real, al progresivo desmantelamiento de caducas y opacas estructuras políticas y económicas y, a su vez, hemos presenciado el florecimiento de un movimiento social y ciudadano que servirá para forjar una democracia más sólida y abierta.

La lección más importante que hemos aprendido de la crisis es que nada es inamovible y que el futuro es algo que se puede decidir si existe una implicación activa de la ciudadanía. “La tarea que tenemos por delante”, como explica Daniel Innerarity, “es determinar nosotros mismos, mediante procesos de legitimación democrática, cómo queremos construir políticamente nuestra responsabilidad”. Y esa tarea pasa por enfrentarnos directamente a los desafíos sin limitarnos, como ha hecho el actual Gobierno, a la gestión improvisada de la crisis sin perfilar un modelo económico que nos devuelva la esperanza.

El cumplimiento de los objetivos de reducción de déficit y el pago de la deuda no pueden seguir siendo el eje central de la política en España. Ambas medidas no solo contribuyen a desmantelar los servicios públicos sino que, además, restan musculatura a las políticas que nos permitirán ser menos vulnerables. Me refiero a la I+D, a las energías renovables, al trazado de políticas que permitan que la industria aumente su peso específico o, por ejemplo, que los espacios turísticos deteriorados no amenacen el futuro de este sector. Como decía Gandhi, “un cambio en lo general a través de un cambio en lo particular”.

(*) Artículo publicado en la revista Siglo XXI.

 

 

 

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