En una coyuntura tan difícil como la actual, no retroceder es ganar. En las elecciones europeas del pasado domingo, Coalición Canaria hizo un más que digno papel. Su presidenta y candidata, Claudina Morales, logró mantener los resultados alcanzados en 2004, aun a pesar de que un segmento importante de CC de Gran Canaria se desvinculó del partido  para formar Nueva Canarias y refrenar un poco la historia del nacionalismo canario. Porque cualquier nacionalista convencido y moderado sabe que los diferentes grupos están llamados, más tarde o más temprano, a una nueva convergencia como la producida en 1993, cuando se fundó Coalición Canaria.

A pesar de esa limitación, Coalición Canaria volvió a dar el tipo y a demostrar que -junto a CIU y PNV-  conforma un tercer espacio entre las formaciones políticas decisivas en la España del siglo XXI. Un tercer espacio que ha sido clave para la profundización del autogobierno de los diferentes territorios; factor que ha sido, a su vez, fundamental para el desarrollo del bienestar de nuestro país en las tres últimas décadas. No es explicable la progresión española en el mundo sin el llamado Estado de las Autonomías  que – a pesar de todos los pesares – se ha demostrado más eficaz que el centralismo. Sobre todo en comunidades como la canaria, donde cualquier parecido con los territorios continentales es a veces -como en las novelas – pura coincidencia.

No es una casualidad que sólo en Canarias y las tres comunidades con lengua propia existan partidos nacionalistas fuertes. Y tampoco lo es que sólo en Canarias se mantenga un gobierno de presidencia nacionalista, desde que Coalición Canaria se fundara hace ya dieciséis años. Como casi siempre en política, los éxitos y la continuidad se deben tanto a las propias virtudes del proyecto nacionalista  como a los errores de PSOE y PP, demasiado empeñados siempre en uniformizar a Canarias con las soluciones que aplican en la Península. Sin dudar de su buena voluntad, ese mimetismo les pierde; sobre todo cuando se une a su propia impotencia para convencer  a sus cúpulas estatales de lo que los propios conservadores y socialistas canarios consideran bueno.

Los recientes ejemplos de la Ley de Transferencias Complementarias a Canarias (LOTRACA)  o del decreto sobre el sistema eléctrico (que puede tener muy serias consecuencias para las arcas canarias y para los bolsillos domésticos en el futuro)  constituyen ejemplos muy claros y evidentes de la necesidad de un nacionalismo canario fuerte. Sobre todo en un mundo donde la globalización empuja hacia una uniformidad aplastante.

Coalición Canaria ha resistido el embate europeo, pero mantiene la necesidad de explicar más y mejor a la sociedad canaria sus apuestas de futuro. En unos casos defensivas de un status especial logrado a través de los siglos, como es el caso de nuestro sistema de precios de la energía eléctrica, vinculado a la media estatal y que no tiene que pasar a depender de los caprichos anuales de los Presupuestos Generales del  Estado, como quiere hacer el PSOE con el silencio cómplice del PP, tan beligerante en otra cosas.  Y en otros casos son apuestas proactivas, como la toma de más control sobre nuestro propio sistema de comunicaciones áreas, marítimas y telemáticas, que era el propósito de la LOTRACA, abortado  sin ningún miramiento por los dirigentes nacionales del PSOE y PP, a pesar de tener el consenso de los socialistas y conservadores canarios.

Coalición Canaria puede presumir de que dice lo mismo en Canarias y en Madrid. Y esa coherencia es un valor inapreciable en unos tiempos en los que el engaño y la mentira se están haciendo moneda tan común.

 

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