La seriedad y el rigor no son valores que siempre coticen bien en el corto plazo. Pero a la postre se demuestran siempre como el camino mejor para la gestión de los asuntos públicos. Sobre todo cuando la economía y el dinero andan por medio. Por contra, algunas alegrías presupuestarias se cobran buenos créditos electorales a corto plazo. Sin embargo, con el tiempo demuestran que no solo fueron una mala solución. También una hipoteca para el futuro.

Ahora se ha sabido que el déficit de las administraciones públicas ha alcanzado casi el 4% de la generación de riqueza (PIB) de España en 2009. Ahora es cuando se demuestra lo que denunciamos e el pasado. Ahora es cuando se pone en evidencia que aquellos «cheques-bebé» y aquellas devoluciones de 400 euros en el IRPF eran caramelos electorales sin sentido: malos para las arcas públicas, ineficaces para estimular la demanda, e injustos socialmente, porque se repartían igual a millonarios que a parados.

Lo dijimos cuando no era simpático decirlo. Pero ahora se demuestra el oportunismo de Zapatero, que -contra el criterio del propio Ministerio de Hacienda – no dudó en convencer a los indecisos con unos recursos regalados, que hemos de pagar mediante le endeudamiento de todos.
Ese déficit público ha ascendido a 41.874 millones de euros. Una cuarta parte ha tenido que ser destinada a financiar lo que eran dos aparentes regalos de Zapatero; que ahora se reconvierten en una deuda suplementaria de todos durante los cinco o diez próximos años.

Si se compara el funcionamiento del déficit público con una economía doméstica se entiende bien el daño producido. Imagínense una familia media con 20.000 o 25.000 euros de ingreso anuales. Piensen que al partir el año descubren que para poder pagar todas sus facturas pendientes han de ir a su banco y endeudarse en mil euros más de los que ya lo estaban, para poder evitar que sus acreedores les demanden.

Esa es la proporción con el caso. Eso es lo que ocurre en un país europeo o avanzado cada vez que cierra sus cuentas con déficit: que ha de tener que tomarlo prestado del mercado, porque la antigua máquina de fabricar billetes ya no existe.
Pero lo curioso de esta sorpresa es que, de esos mil euros, entre 200 y 300 corresponden a unos productos que alguien les ofreció como regalados; pero que ahora hay que pagar, porque no había suficientes fondos en las arcas del que lo ofertó gratis.

Eso es lo que ha ocurrido. Con un agravante: esos mil euros no podrán dedicarse al consumo, necesario para reactivar la producción y el empleo del país, o al ahorro que financie inversión productiva. Cuando la crisis ya apuntaba, el Gobierno no dudo en despilfarrar y ahora es cuando nos pasa el platillo a todos. De una forma tan invisible como real, en forma de deuda pública.

Hechos como este desacreditan a un Gobierno y a un presidente que de forma tan personal, contra el criterio de los precavidos y ortodoxos, empezó a lanzar golosinas electorales que ahora hay que devolver con intereses.
Y las nuevas deudas añadidas a las viejas tienen el conocido efecto de la bola de nieve. Por eso, en parte, la deuda pública seguirá creciendo mucho este año.
Mientras todo esto ocurría, el Gobierno del Estado se ha quedado tremendamente corto para atender la demanda de regiones como Canarias, que precisan de fondos financieros  para derivar hacia la rehabilitación de la planta turística a todo el potencial productivo que se ha quedado en paro  en la construcción.

En el debate presupuestario le advertimos a Zapatero que era preciso dotar a Canarias con muchos más fondos para ello. Hizo caso omiso. Y esta semana se ha sabido que la escasa partida de 400 millones de euros en préstamos baratos a toda la industria turística española se ha consumido en apenas un mes. Se anuncian 600 millonesmás, pero serán muy insuficientes; sobre todo si se siguen repartiendo sin primar a comunidades como Canarias y Andalucía, ambas con densa planta turística y elevado nivel de paro.

Volveremos pronto a la carga sobre este tema en el Congreso. Porque la recualificación del turismo y la reactivación de la construcción son dos objetivos esenciales para sacar a Canarias de la recesión y del desempleo. Porque los cambios profundos en nuestro modelo económico tardaran años en producirse, mientras que las necesidades de los parados cada vez van a ser más acuciantes.

 

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